20 feb 2008

Boda India


En “Sí acepto” narré las bodas que aún siguen frescas en mi memoria; aquellas en las que me hubiera gustado estar presente; y aquellas a las que me hubiera gustado oponerme. Esta columna trata sobre la boda que me llevó por primera vez a Asia.

Jamás había presenciado una boda India. Por esta razón, pero en especial porque se trataba de dos amigos muy queridos, estaba alucinado con la idea. A Janak y a Shirin los conocí en Londres. Desde el inicio, quise a Shirin como a la más cercana de mis primas hermanas. Sin embargo, Janak y yo compartimos un cariño que fue creciendo paso a paso. Cuando lo conocí, “sólo” era el compañero de departamento (piso) de mi amiga de la maestría. Pero cuando me enteré que se habían emparejado, me encantó la idea y mi afecto se multiplicó exponencialmente.

Aún así, la historia entre ambos había empezado antes de compartir aquel departamento. Arrancó con lo que en Perú llamamos una botella borracha – aquel juego adolescente en que le pides al Dios de tu devoción, que el pico de la botella apunte a la persona que te gusta para que esa noche tengas que evocar una y mil veces el beso que habrá tatuado en tu alma. Si bien ambos eran muy viejos para dicho juego, basta ver cómo lo narran para percatarse que en verdad se trataba de un par de adolescentes que por primera vez se enamoraban. Pocos meses después, se encontraron en Londres y no tardaron en aceptar la invitación de una amiga en común para compartir su departamento. Como era de esperar, la invitación desencadenó una serie de aproximaciones sucesivas y la amiga no tardó en “tocar el violín”. Pasaron los meses y tras acabar las maestrías, Janak y Shirin consiguieron trabajo en Singapur. Una vez establecidos en esa ciudad, nos enviaron un mensaje de texto en el que nos pedían cumplir con nuestra palabra: …que comenzáramos a ahorrar porque nos querían en su boda.

Desde que me enteré que se casaban, me percaté de dos hechos que le subirían el volumen emocional a la boda: el nivel de vida de la familia de la novia y el hecho que ambas familias profesan diferentes religiones. Si bien suponía cuan acomodada era la familia de Shirin, jamás esperé encontrar una casa TAN grande. Pobre Janak porque aún más complejo que casarse con una princesa, debe ser lograr acuerdos entre la religión de tu madre y la de tu novia. Su familia es Hindú (religión profesada por casi el 80% de la población India) y la de Shirin es Parsi (se trata de los y las descendientes de aquellos emigrantes que se mudaron de Persia, el actual Irán, a India hace mil años y que en la actualidad, sólo representan el 0.006% de la población total de India). Para describir las tensiones que observaríamos durante la boda, basta decir que al casarse con un Hindú, Shirin y su descendencia automáticamente dejaban de ser Parsi – perdiendo así su identidad étnica y religiosa.

Shirin y Janak son tan queridos que no me sorprendió ver el número de amigos y amigas que atravesamos el planeta para acompañarlos esos días. Lo que sí me sorprendió fue la compleja logística que pusieron en marcha para hacernos sentir como estrellas de Bollywood. Entre tantas atenciones, la que más me halagó fue el hecho que a diferencia del resto del grupo, Naty y yo pasamos nuestras dos primeras noches en Pune en casa de la novia.

A diferencia de la mayoría de bodas en India, la que estábamos por presenciar unía en matrimonio a personas bastante liberales pero de religiones distintas; contaba con un gran número de invitados extranjeros; y duraría 3 en vez de 4 días.

Día 1
Lo que vimos ese día podría ser etiquetado por lo que en Occidente denominamos “despedida de solteros”. Sin embargo, en vez de sonreír mientras alguien se enfría bailando a cambio de un par de billetes, se trataba de dos actividades para que los familiares, amigos y amigas del novio y la novia se conozcan entre sí.

La primera actividad lleva por nombre Menhdi y consiste en una decoración temporal que reciben todas las mujeres invitadas a la boda. Las mujeres mayores aseveran que el tiempo que el Menhdi permanecerá en las manos y en los pies, depende del amor de la suegra. Procurando hacer de esto algo memorable no sólo para Naty sino para ambos, en un momento me acerqué a la chica encargada de esta actividad y le pregunté si podía tatuarme el nombre de mi esposa en el brazo derecho. A pesar que dicha tradición queda restringida para las mujeres, inmediatamente sonrió y me pidió que se lo deletree. Cuento esta escena no sólo para explicar el origen de mi foto de “reo enamorado”, sino para compartir que mi tatuaje desapareció antes que el de Naty. Con lo cual, me queda la duda si mi suegra me quiere tanto como creo.

La segunda actividad no era más que una fiesta, pero no era una fiesta más. Cuando por fin secó el Menhdi, nos cambiamos de ropa y nos fuimos a la discoteca. El local había sido decorado con sumo cuidado. Cada mesa contaba con la breve descripción de una anécdota de la pareja y en un rincón sumamente bien iluminado, habían colocado un colorido collage de fotos y flores. Después de una hora en que Naty y yo llegamos con la novia, apareció un caballo y por instinto lo filmé aún sin entender el significado de su presencia. Minutos más tarde, un amigo Indio me explicó que el caballo representa la fertilidad y por ello, tanto el novio como la novia son animados a subir a él. Después de tres horas en que la gente tomó, comió y bailó como si se tratara de la última fiesta antes de re-encarnarse, llegaron los discursos. Fue muy tierno escuchar a los novios la confesión pública de su amor y lo agradecidos que se sentían al contar con decenas de invitados de muy diversos países. La nota pintoresca la pusieron los primos del novio, que con micrófono en mano amplificaron el entusiasmo de haber conocido por primera vez al alcohol.

Día 2
Por el problema descrito líneas arriba, aquella mañana no presenciamos una boda sino una bendición Parsi. En ella, me resultó fascinante ver cómo el sacerdote ofició el rito encendiendo y avivando un fuego que emergía entusiasta desde una vasija rodeada de frutas – entre las que pude distinguir piñas, papayas y mangos. Llegado el momento, a dicho fuego se acercaron la novia, sus padres, los padres del novio y por último, el novio. Más tarde, se acercaron los familiares cercanos y por último nos acercamos los amigos más queridos. Todos seguimos el mismo protocolo: nos arrodillamos, elevamos nuestras oraciones, tocamos el filo de la vasija, recogimos y juntamos nuestras manos a la altura de nuestro corazón, cerramos los ojos, subimos ambas manos hasta que tocaron nuestra frente y finalmente, nos levantamos para que otros también puedan bendecir la unión.

Esa misma noche y con motivo de la boda Hindú y de la fiesta, la casa de Shirin lucía como de cuento de hadas. Con la excusa de la filmadora, fui testigo de cada una de las emociones que mis amigos experimentaban a sólo 2 metros de mi lente. La novia y su familia Parsi habían acordado con el novio y su familia los pasajes que el sacerdote leería durante la boda Hindú, pero este último se hizo el desentendido y siguió con la ceremonia como mejor le parecía. Fue por ello que en varios episodios se veía la incomodidad de las familias, en especial de la novia que por seguir con la ceremonia elevaba juramentos que no estaba dispuesta a cumplir. A pesar del drama, la ceremonia estuvo llena de simbolismos visualmente hermosos.

Al rato, nuevamente comimos, tomamos y seguimos engordando. Tal como sucede en Perú, la comida es una de las más claras frecuencias por la que India transmite su afecto. Como sintiéndonos culpables de las miles de calorías ingeridas, no tardamos en comenzar a bailar. Lo hicimos hasta tarde, bailamos en grupo y solos, bailamos al son de música de oriente y occidente, del norte y del sur. La pasamos de puta madre.

Día 3
Hasta ese momento habían tenido lugar el Menhdi, la despedida de solteros, la bendición Parsi y la boda Hindú que habían agrupado a 70, 100, 80 y 500 personas respectivamente. Recién al tercer día tuvo lugar la recepción.

Aquella noche, el objetivo era hacer público el matrimonio. Para ello, más de 1,000 personas hicieron su cola para felicitar a la pareja y a sus padres por la unión. Debido a que este evento fue el más impersonal de todos, tuvo lugar en un club. Al llegar, vimos tantas mesas, sillas y mozos que una amiga pensó erróneamente que se trataba de dos eventos separados. Siéndoles honestos, esa noche me enamoré de la comida. Había una selección de sabores y aromas tan privilegiada que no paré de ingerirla sino hasta que Natalia paró de hablarme por glotón.

Esa misma noche empezaba el fin de nuestro viaje. Al día siguiente partíamos a Mumbai desde donde volveríamos a Londres. Para otros, el viaje recién había empezado y su itinerario los llevaría más al sur. Fue por ello que a pesar de cuan exhaustos estábamos todos, no queríamos volvernos al hotel y nos invitamos a casa de Shirin – en donde la seguimos hasta las 4am.

La boda de Shirin y Janak fue extra-ordinaria. Vivimos en ella episodios en los que fuimos completamente felices, en donde los colores siempre fueron intensos, en donde las risas brotaban desde las entrañas y en donde engordamos para siempre. Valgan verdades, hubo más de un momento en que soñaba que la felicidad que acompañó muy de cerca a mi amiga en esos días hubiera podido acompañar a mi hermana años antes y años después. En “Sí acepto” conté sobre algunos de los hermanos que escogí en esta vida. Sin dudas, Shirin entra en esa categoría y por ello, su matrimonio permanecerá indeleble en mi memoria.

Post Data:

Otra amiga de la maestría se casó en Canadá dos días antes de la boda acá descrita y aún así se las ingenió para llegar a tiempo y traer consigo al marido y a otra amiga más. Dado que todos estudiamos salud pública, ésta locura me equipó de todo lo que necesitaba para filmar y editar un corto sobre una aparente epidemia de bodas. Para verlo, recomiendo hacer clic en la palabra video (abajo), bajar el volumen de la computadora y verlo después de 15 minutos. De esta manera, se ahorrarán las molestas interrupciones ocasionadas por Internet.

2 comentarios:

El dijo...

me encanto leer tu historia sobre shirin y su pareja. espero que el resto me gusten tanto o mas que esta!
un saludo

Anónimo dijo...

Hermosa historia! y debo decirte que me encanto tu redaccion. Saludos desde Venezuela.