10 ago 2008

Pobre pero sexy


Tranquilos, esta entrada no describe ni mi engordado ego ni mi adelgazada billetera. Lo que procura es narrar un corto pero intenso fin de semana en una de las capitales más vibrantes de Europa: Willkommen in Berlin.

La historia de Berlín se remonta a 1237. Sin embargo, a mi entender, Berlín ha contado con dos épocas de esplendor. La primera tuvo lugar a inicios del Siglo XIX gracias a la distribución post-Napoleónica de Europa que benefició a todo el Reino de Prusia – pero en especial a su capital. La segunda tuvo la misma duración que el Imperio Alemán. En el período comprendido entre 1871 y 1918, Berlín se convirtió en el centro político, industrial, cultural y científico de Alemania. Pocos años más tarde, en el año de 1933, Alemania cambiaría para siempre con el arribo al poder de los Nacional-Socialistas. Durante la Segunda Guerra Mundial, la ciudad fue severamente bombardeada y tras su derrota definitiva, la partición de Alemania en cuatro sectores terminó partiendo a Berlín en dos. Con la intención de evitar un éxodo masivo, el 13 de Agosto de 1961 los Soviéticos encargados del lado Este de la ciudad comenzaron la construcción de un muro que en sus 28 años de vida separó a miles de familias y cobró la vida de 133 personas. A casi 20 años de la caída de dicho muro, sus huellas son tan impresionantes como las de las balas de los Aliados – que aún permanecen en decenas de edificios del centro de su ciudad.

No hay dudas que para conocer una cultura se requiere mucho más tiempo del que he acumulado en Alemania en tres cortas oportunidades. Sin embargo, este último fin de semana rompió el estereotipo que tenía de los Germanos. Antes de llegar a Berlín, imaginaba que la capital se movía sincronizada al son de un único gran reloj, donde sus fríos transeúntes transcurrían por calles impecables y de dimensiones imperiales. Pero me encontré con una capital muy diferente.

Berlín nos dio la bienvenida con un gran tramo del tren en refacción – lo que nos ocasionó un largo retrazo. En los 3 días que pasé por allá, me dio la impresión que la libertad expresada en las pintas del muro tumbado en 1989, se propagó a punta de aerosoles de manera que hoy en día no hay pared que se salve. Pero el tercer punto es el que más me sorprendió: es muy probable que se trate del verano, pero la gente en Berlín es mucho más abierta y cálida que en el resto de Alemania. Me fascinó la vida de cafés y restaurantes al aire libre, la densidad de galerías de arte, los espacios públicos a través de los cuales expresan sus disculpas por las atrocidades cometidas por sus abuelos y muy en especial, me encantó la competencia a la que se someten distintos estilos arquitectónicos – de la que sale victorioso el post-moderno, que en cierta forma plasma en el edificio del Kanzleramt, la plaza Potsdam y el Parlamento la victoria y alegría por la re-unificación Alemana.

Aún así, como cualquier capital, Berlín está llena de contradicciones. Explicable tras tantos años de haber permanecido fragmentada, sus 3.5 millones de habitantes son más leales a sus distritos que a la ciudad en general. Pero aún más preocupante, con 16% de desempleo y un costo de vida cada vez más alto, no hay duda que la capital Alemana es una vieja gloria que lucha por mantenerse al ritmo de estos tiempos – en donde no sólo compite con Londres y Paris, sino incluso con Frankfurt y Munich.

Hace algunos años, Klaus Wowereit popularizó la frase “pobre pero sexy” para referirse a la ciudad que lo mantiene como alcalde. Al venir de América Latina, no hay forma que me convenzan que Berlín es pobre. Sin embargo, ojala que los ajustes presupuestarios no pongan en riesgo su vida académica, cultural y de ocio – porque justamente ahí radica su sensualidad.

Post-data:
Natalia y yo fuimos a Berlín por culpa de un grupo de amigos muy queridos. Ana y Gunar nos invitaron a pasar el fin de semana en su depa y de inicio a fin, no sólo actuaron como excelentes agentes de viaje sino como verdaderos amigos – compartiendo atajos, sabores y emociones intensas como de cuando pequeño, Gunar subía a un edificio en particular para junto a su madre divisar el otro Berlín, en donde vivían su abuela y sus tíos.

Además de este par de amigos emparejados entre sí, Naty y yo nos re-encontramos con otros dos amigos más: Gaby y Falk, que junto a sus respectivas familias la pasamos de lo mejor en un divertido desayuno que continuamos en casa de Gaby con una íntima y larga charla el Domingo por la noche.

A todos ellos: “DANKE!”

1 comentario:

Lorena Neuhaeusler dijo...

Si, asi es Berlin. Miserable, pero vanguardista. Triste, pero llena de vida (y de muchas vidas). Dicen que fea (solo hay que ver esas estructuras y edificios de la DDR). Pero yo te digo una cosa: la suerte de la fea, la bonita la desea. A mi me emociona regresar a Berlin
Ver esas segnales de bala en los edificios crispa, no?.