
Tras haber pasado el último Diciembre en Perú y tener planeado pasar el próximo en India, no pensaba regresar a Lima sino hasta Mayo 2008. Sin embargo, 500 días es una pena muy larga y guardaba la esperanza de escaparme de esta cárcel que es el exilio. En especial, de caerle de sorpresa a mis viejos y disfrutar de cómo reaccionaban por el inesperado reencuentro. Hace 3 semanas, tuve una reunión con mi jefa y me dijo que tenía que usar mis días de vacaciones – que sino los perdía y que mejor me tome un descanso. Esa misma noche encontré un pasaje a un precio increíble y decidí no sólo ir a ver a mis viejos, sino caerles justo para sus cumpleaños. La siguiente historia narra como el afecto logra templar incluso al más frío invierno Limeño.
Antes de comprar el ticket, me aseguré con el hermano de mi madre que mis viejos no estaban planeando una sorpresa similar – pues hubiera resultado hilarante que ellos me vengan a visitar a Woking cuando yo los buscaba en San Borja. Días antes de llegar a Lima, le pedí a unos tíos muy queridos que saquen a cenar a mis viejos de manera que anestesien mi llegada. Debido a problemas que contaré luego, en vez de las 11pm llegué al depa de mis viejos a la 1.30am. Después de tocar 4 veces el timbre, empezaba a pensar que sería imposible despertarlos cuando se abrió la cortina y mi madre apareció con pijama y mucho sueño. Al verla, le saqué la lengua y abrió más los ojos. Con señas le pedí que me abra la puerta y aún sin creerlo, abrió la boca y cerró violentamente la cortina. Al minuto me abrazaba tan fuerte como aquella vez que llegué a Lima para besar a mi hermana por última vez. Estábamos a la mitad del abrazo, cuando mi viejo preguntó quién era – la miré y no tuvo mejor idea que mencionar el nombre del vigilante. Caminé hacia su cuarto y me detuve en el umbral de la puerta para verlo: su metro noventa estaba cubierto por media docena de frazadas y sus dos ojos estaban casi cerrados, de manera que al verme se terminó de congelar. Para cuando confirmó mi presencia, su llanto de niño bueno quebró incluso al silencio. Corrí a besarlo y mientras lo hacía me preguntó: ¿todo bien?, ¿y Natalia?, tras responderle me increpó con un dulce “¿Cómo me haces esto?” Al día siguiente me enteré que dos horas más tarde, mi madre lo había despertado para re-confirmarle que estaba de vuelta en casa. Días más tarde, me enteré que en plena alucinación mi viejo había creído que sus dos hijos habían venido de visita.
Cualquier viaje de vuelta al terruño queda corto, en especial para ver a los amigos. Fue así que viajé de incógnito, sin hacer mucho alarde ni comprometerme más que con aquellos que en Diciembre pasado no pude ver – aún así quedo corto. Continué con las sorpresas apareciéndome en el cumpleaños de Oscar, que junto a Pao conforma la pareja de amigos que más extraño. Encontrarme con ambos fue tan sabroso como los 4 Maracuya Sours que tomé aquella noche en que mis viejos dormían. Fue tan especial como coincidir en la misma reunión con mi mejor amiga y con el bueno de Pablo, cuya mudanza a España impidió seguir profundizando una muy linda amistad. Fue una maravilla visitar a mi primo Ernesto, a quien el nacimiento de su primera hija lo ha hecho crecer aún más, y celebrar con muchísimos Bazán-Borja la bendición de contar con una nueva intersección entre ambas familias. Noches después fue genial armar la despedida de soltero más zanahoria posible a mi querido Martín y en ella, re-encontrarme con la guitarra eléctrica del Chino y el saxofón de Javicho. Otra noche me encontré con quienes me enseñaron que en el trabajo es posible hacer amigos y no sólo compañeros – pues varios de ellos fueron de los más cercanos cuando mi hermana agonizaba y hoy en día, son los que más me hacen reír. Un segmento de otra noche fue para celebrar el ascenso de Dani, la nueva chamba de la Tava, el cumpleaños de la siempre ausente Menza, los planes de la Calichina, la visita de la Bazana y las historias de Joaquín, el hijo de Aldrin – el único que hasta ahora no entiendo porque no tiene apodo de maricona. Un desayuno en Villa el Salvador con curas que me hacen seguir creyendo en la Religión Católica; una reunión siempre bulliciosa y tierna con los Streulis en el café de "mi cúña"; un breve pero sabroso almuerzo con mi querida Rochi; la más insospechada y sincera reunión con Rafo y Quique; y a manera de postre, una muy dulce conversa con mi abuelo degustando el pan y queso que trajo de Huaraz, cerró mi menú de encuentros amicales. Como sucede siempre que el paladar queda fascinado, cuento los días que faltan para volver a Lima para degustar la continuación de las historias que me contaron y en especial, para escuchar las de aquellos que el tiempo y las circunstancias no me dejaron ver.
Mi madre celebró su cumpleaños con la misma intensidad con la que vive. A punto de irse a sus clases de computación, una llamada de mi viejo nos asustó y mandó inmediatamente al colegio que dirige. Un casi desmayo lo condujo a la enfermería y nuestras ganas de descartar mayores complicaciones nos enrumbaron a la Clínica. Según el médico, una incipiente hiper-tensión le había jugado una pasada pero aún así faltaba hacerle una ecografía al corazón, un mapa y un examen de resistencia. Fue recién al día siguiente que pasó por dos de estos exámenes. Con la venia que la vida le entrega a una familia que perdió a dos de sus integrantes en un corto período de tiempo, los resultados nos devolvieron el humor. Volviendo a su cumpleaños: salimos de la clínica y los 3 volvimos a casa a medio día. Tras almorzar y dejar descansar a mi padre, me escapé con mi mamá a ver Harry Potter. Después del cine tenía que darle el encuentro a una clienta y el camino se encargó de recordarme el infeliz tráfico Limeño. Camino a casa, paramos unos momentos para que le de un abrazo a mi querido Hugo – quien esa mañana había perdido a su querida abuela. Eran las 9pm y mi hambriento padre llamó más de una vez para confirmar nuestra hora de arribo. La Pizza llegó casi al mismo tiempo que nosotros y nos pasamos el resto de la noche ingiriendo tajadas de Italia a la par que tajábamos nuestras emociones. En resumen, cuidando al marido, disfrutando como niña en el cine, haciendo negocios, dando el pésame y compartiendo vino y afecto con los dos hombres que más la quieren, fueron las emociones con las que mi madre coloreó los 53 años que cumplió el último martes de agosto.
Mi viejo cumplió 60 años tal como ha vivido cada uno de sus días: como un molino de afecto, con dos enormes aspas transformando la energía de vida en energía humana. Aquel día no paró de contestar el teléfono, leer correos y ya en la noche, una mentira que no se llegó a creer del todo nos hizo pasar a recoger a mis tíos Fernando y Maruja – que supuestamente habían acabado de hacer más bella a una paciente. Lo que mi viejo no se imaginaba es que la verdadera operación había consistido en una fiesta sorpresa en la que lo esperaban muchísimos amigos, familiares e incluso ex-alumnos. Entró a la clínica y menuda sorpresa se llevó cuando estando en la sala de espera se encendieron las luces del jardín y decenas de rostros queridos aparecieron sonriendo al son de aplausos y abrazos. Fue una maravilla verlo disfrutar tan intensa y sanamente.
Gracias a Dios que existieron varias de estas escenas, porque el cambio climático hizo de este el más crudo invierno Limeño. Sin calefacción, ni doble vidrio, me disgustó enormemente el affair de la humedad con el frío que tras colarse en mi cama, me dejaron las sábanas mojadas. En los 3 años que pasaron desde que dejé Lima, esta fue la primera vez que pude observar críticamente las “Limeñadas”. Entre las que más me chocaron estuvieron el clasismo, los trámites y la política.
• A los 10 años, recuerdo que le pregunté a mi mamá cómo era vivir sin inflación y aunque me lo explicó, le hubiera entendido mejor si describía la Lima de estos días. Sin embargo, no hay bienestar general si las disparidades sociales no se reducen y este viaje me dejó la impresión que se habían agrandado. Incluso en la actual bonanza económica hay pocos espacios para disfrutar de un trago sin elegir cuidadosamente con qué vestirse; lamenté que demos por sentado que el “chico de Wong” embolse las compras y las lleve al auto del cliente; y me sorprendió la coraza que hemos desarrollado todos ante tanto niño en la calle.
• En Diciembre pasado no pude completar la renovación de mi licencia de conducir, así que ésta era una de mis prioridades para este viaje. Cuando estaba a punto de recogerla, el burócrata que me atendía se inventó que mi examen médico había caducado y con inmaculada serenidad me aconsejó volver al día siguiente con uno nuevo. Al ver como se licuaba mi hígado, mis padres me animaron a contactar al compadre de mi tío – quien maneja una clínica certificada por el Ministerio de Transporte. Mis padres tenían que renovar sus licencias bastante pronto también así que aprovechamos para hacer el trámite los 3 juntos. Tras llegar a la clínica, no nos pudimos sentir más afortunados. Entramos a saludar al amigo de la familia quien llamó uno a uno a los médicos bajo su supervisión, para que nos examinen y firmen cada una de las secciones que conforman el formulario que necesitábamos. La parte de la evaluación que más rechazo me generó en Diciembre fue la psicológica, porque se trataba de una larga colección de preguntas burdas y simples. Siendo la única sección que nos faltaba completar, el médico amigo nos dirigió al salón contiguo para dar el examen psicológico. Tras haber terminado con la primera sección, nos trajeron un par de hojas que alteraron mi recuerdo de la prueba que rendí en Diciembre porque seguían siendo de coordinación visomotora. En términos sencillos, teníamos que copiar las aspas de una hoja en las celdas de la otra. Al poco entré en razón y recuperé el cinismo. Desde ese mismo momento disfruté la expresión que pondrían mis viejos al enterarse que estábamos copiando las respuestas.
• Recuerdo que más de una película ochentera ha tratado de personas que tras varios años en coma, despiertan y parte de su adaptación consiste en aceptar que Ronald Reagan pasó de mal actor en Hollywood a Presidente de los Estados Unidos. De una manera muy similar, me pareció muy penoso volver a mi país y fijarme en lo que muchos ya no critican. Tener a Alan García de Presidente después de todo lo que nos hizo en los 80s es casi tan absurdo como ver a Laura Bozzo gozar de su libertad y casi tan alucinante, como ver a Cristal en el último puesto de un campeonato descentralizado que lidera el Municipal. En el Perú, la política, la administración de la justicia y el fútbol muestran cuan permeables son los límites entre la realidad y el surrealismo.
Viajes como este tienen consecuencias negativas y positivas. El viajar en American Airlines vía Miami fue una inacabable odisea. Basta decir que llegué a Lima con una hora de retrazo y tuve que gastar otra hora más quejándome por el estado de mi maleta: que llegó sin candado, con el cierre roto y hasta acuchillada – lo que atrasó muchísimo mi llegada al depa de mis viejos. A la vuelta, tuve un retrazo de 6 horas en Miami y mi maleta llegó 5 días más tarde que yo. A pesar de este gran malestar, cruzar el charco para darle el encuentro a mi esposa tiene sus recompensas: para no ganarme un problema con Natalia, sólo compartiré que la diferencia horaria armoniza nuestras horas ideales para disfrutar del amor.
2 comentarios:
Zamba, que bacan tu articulo en unas cuantas lineas has sido capaz de resumir en tan pocas lineas tantos acontecimientos, espero que cuando vuelva pueda disfrutar igual.
Lo que comentas sobre como es el Peru, la coraza que hemos generado y demas cosas es completamente cierto pero tambien es cierto que los que hemos tenido una experiencia en el extranjero como nosotros hemos conseguido ver esos grandes males cosa que los que se han quedado en Lima no lo ven, en fin.
Finalmente tu viejita se conserva fenomenal y tu viejo ha cambiado un culo, casi ni lo reconozco.
Saludos,
Fernando.
Hijo de mi alma eres y serás uno de los mejores regalos en mi vida,
gracias por el regalo de tu prescencia vital y amorosa en estás fechas importantes para nosotros , que nos sirven del mejor combustible en nuestro día a día.
Gracias a Nati por amarte.
Tú mamá.
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