
Cuando me enteré que volvía a Panamá, inmediatamente me percaté que lo haría después de 20 años. Ahora que regresé del Istmo, arranco esta historia concluyendo que en todo este tiempo ciudad de Panamá y yo cambiamos muchísimo. Sin embargo, el afecto de la gente querida que volví a encontrar por allá me mostró que hay cosas que felizmente no cambiarán jamás.
Los viajes han sido una de las más obvias constantes en mi vida. De sólo fijarte en el número de viajes, podrías confundirte y atribuirme un estilo de vida que nunca tuve. De preguntarme las razones de mis viajes, te percatarás que viajaba seguido porque alguna vez fue un muy buen nadador y que si ahora lo hago, casi siempre es por trabajo.
Dado que mi familia y mis clubes de natación casi siempre contaron con presupuestos austeros, cuando estaba en forma viajaba porque: a) parte de las mensualidades que nuestros clubes le cobraban a nuestros viejos permitía "becar" a aquellos nadadores cuyos tiempos prometían ganar medallas en campeonatos internacionales, y b) para ahorrar costos, los nadadores siempre nos hospedábamos en casa de nadadores. Gracias a ambas razones, Panamá fue el destino de mis dos primeros viajes internacionales. A los 10 y a los 12 años fui hasta allá para competir en la Copa "Delfín de Oro" y en ambas oportunidades me hospedé en casa de la familia Mock.
Después de dos años en la universidad, acabé mis estudios generales en Julio del 95. Sin embargo, para comenzar a estudiar psicología social debía esperar hasta Febrero del 96 para dar un burdo y agotador examen que procuraba descartar psicopatías. Ante el dilema de adelantar dos cursos en psicología ó aceptar la invitación de mi querido amigo Jorge Bohabot y su familia para pasar una temporada en USA, logré ahorrar lo suficiente e inclinarme por la segunda opción. En los 4 devoradoramente geniales meses que pasé por allá, de Lunes a Viernes trabajaba de ilegal con el tío de Jorge y los fines de semana los pasaba con él y sus amigas. Entre las personas que conocí en aquel entonces, destaca Ricardo Porras Kennedy. En esa temporada, tanto Ricky como yo fuimos literalmente adoptados por los Bohabot. Aunque me avergonzaba porque ya estaba viejo para eso, hoy lo estoy mucho más como para ocultar que en aquel entonces su presencia inicialmente me puso celoso por las atenciones que generaba en la familia de mis amigos de toda la vida. Tremenda inmadurez se curó como casi todas: con el tiempo. Rápidamente, Ricky y yo nos volvimos buenos amigos y a mi regreso a Perú, no tardó en caerme de visita junto con Jorge. Por una semana, los 3 nos fuimos al Cuzco y posteriormente, pasó algunos días en casa de mis viejos.
En todos estos años, fueron varias las veces que perdí y retomé el contacto con los Mock y con Ricky. Sin embargo, desde que tuve la confirmación que volvía a Panamá supe que tenía que verlos.
A Ricky lo hacía viviendo en Nicaragua, pero hace poco me enteré que ahora pasa la mayor parte del tiempo en Panamá. En ambos países, ofrece servicios de buceo a turistas. Así que mi amigo se ve en la obligación de vivir en playas paradisíacas; tratar con gente que como está de vacaciones, siempre está de buen humor; y muy en especial, vivir de su hobby. Creo que son muy pocos los que realmente disfrutan su trabajo y muchísimo menos los que como Ricky, logran que el espíritu aventurero y la vocación se compenetren tan bien con su fuente de ingresos. En los días que le caí de visita, conocí a 8 amigos suyos. Con los 9, pasé días absolutamente geniales, porque a) nunca he estado en playas tan bonitas como las de Bocas del Toro; b) hacía tiempo que no socializaba con tantos latinos, y lo extrañaba; y c) me permitió re-conocer a este querido amigo.
Bocas del Toro es una región del Panamá caribeño que queda a 12 horas en tierra, o a 45 minutos en avión, de la capital del país. "Bocas" cuenta con un enorme archipiélago que me hizo percibirla como una Venecia tropical y que hasta el momento, se mantiene virgen de la estúpida uniformización que requieren los gringos para salir de su país. Es quizá por ello que encontré a muy pocos. Lo cierto es que el típico residente de Bocas, extranjero o local, vive embrujado por el mar, por los deportes de aventura e incluso por la sorprendente oferta de restaurantes y juerga que se re-inventa con la nueva ola de turistas. En Bocas, te mueves en lancha de una a otra isla y varias de ellas, te esperan solitarias para un día de sol con tus amigos o la familia. Las aguas son tan transparentes que buceando a 20 metros bajo la superficie, la visibilidad de los corales y peces es sencillamente increíble. Por su parte, el sol logró colorear áreas de mi cuerpo que antes no habían sido expuestas al sol. Con ello, no estoy diciendo que visité playas nudistas sino que hace tiempo el cabello dejó de cubrirme toda la cabeza y en la actualidad, tengo la pelada quemada.
Hay muchísimos aspectos que extraño de vivir en América Latina. Aún así, hay tres que aborrezco: el racismo, el clasismo y el machismo. Lamentablemente, dos de los amigos de mi amigo puntuaban muy alto en estas tres categorías. Con uno de ellos, simplemente no pude entablar una conversación más profunda que "pásame las aletas" pero confieso que el otro me dio una gran lección. No creo que haya forma de defender el racismo y el clasismo, pero su ejemplo del machismo me dejó tan mudo que no atiné más que a reír: una vez recuperado del viaje y la diferencia horaria, en mi segunda noche en Bocas me quedé hasta muy tarde conversando, riendo y tomando con el resto del grupo. Comenzamos jugando un juego de mesa y terminamos haciendo preguntas personales. Entre ellas, la novia de uno de mis antagonistas le preguntó a la amiga del otro ¿qué es lo que más aprecias en un hombre? Y ésta, no tardó en responder "su lado femenino". En ese entonces, ya el grupo se había reducido a la mitad, algunos se habían ido al hotel y otros a dormir. Por culpa de esta pregunta y respuesta, los pocos que quedamos nos pasamos dos horas debatiendo. Por mi parte, no dejé de defender la equidad de género y los rezagos que quedaban en mi mente de teoría psicoanalítica, en especial la teoría del ánima y animus de Carl Jung. Por su parte, el amigo de mi amigo construyó sus argumentos sobre los pilares del pecado, la complementariedad de los sexos y en el colmo del alcohol, a describir la imagen que representa el ying y el yang. Obviamente, no llegamos a ningún acuerdo y la noche terminó con un sabor agridulce. A la noche siguiente, después de cenar fuimos a la discoteca y como yo no buscaba nada más que un par de cervezas, no tardé en volver a casa de Ricky. Aquella noche, el amigo de mi amigo se quedó hasta que encontró una chica que lo volvió loco. Según me contó con brillante ironía al día siguiente, quiso poner en práctica su lado femenino y según él, estaba por buen camino hasta que apareció un tipo enorme que interrumpió la conversación, tomó de las nalgas al objeto de su deseo y se la llevó cargada mientras ella sonreía. Confieso que esta anécdota me dejó sin argumentos. Mientras reía, no dejaba de pensar que si bien no tolero el machismo, he comenzado a entenderlo: sin importar el género, para muchas personas el machismo es una legítima y efectiva estrategia de adaptación social.
Pasé con Ricky y sus amigos una de las más divertidas semanas santas que recuerdo. Me encantó saber que a pesar de no haberlo visto en 12 años manteníamos nuestro vínculo intacto; que valoramos mucho la presencia de uno en la vida del otro; y desde ya, que haremos todo lo posible para que no pase tanto tiempo hasta el siguiente re-encuentro.
El Domingo de Semana Santa volví a Ciudad de Panamá. Tal como se lo había prometido a "mi mamá Panameña", llegué al hotel y llamé a los Mock para ver cómo hacíamos para encontrarnos. A la hora, Tito, el mayor de los hijos, pasó a recogerme con su familia para llevarme a casa de sus padres. La última vez que estuve ahí fue en el 87 y sin embargo, desde que entré a la casa me embriagó el calor que sólo emite una familia a la que quieres como si fuera la tuya. Al rato, vi a Roly y Richie, me pusieron al tanto que René ahora vive en Madrid y me presentaron a Ramón, a quien habían adoptado poco después de mi última visita. Algo que siempre me sorprendió de los Mock fue que todos sus hijos son hombres y tienen las mismas iniciales.
Vi al "Clan Mock" en dos oportunidades, aquel Domingo en que llegué a ciudad de Panamá y el Viernes por la noche, a punto de volver a Londres. En ambas oportunidades me sentí en familia. La primera noche fui testigo de cómo se habían multiplicado, porque salvo el que vive en España todos tienen hijos. Entre cinco hijos hombres y cuatro nietos, supongo que la única nieta mujer goza de una posición privilegiada en la repartición de engreimientos por parte de los abuelos.
Desde antes de salir para Panamá, sabía que mi visita tendría lugar en un contexto difícil para la familia. Desde hace algunos años, mi mamá Panameña viene luchando contra el Parkinson y valgan verdades, vi en ella la misma dignidad y coraje que veía en mi hermana al con-vivir con su enfermedad. Desde que el cuadro comenzó a complicarse, la familia entera viene investigando posibles tratamientos y no pude evitar sumarme a la tarea. A diferencia del Cáncer que atacó a mi hermana, el Parkinson ofrece muchas más alternativas para afrontarlo. Así que confío que todos juntos encontraremos soluciones para que Silvia mejore su calidad de vida y por muchos años tenga la dicha de seguir disfrutando plenamente de la bendición de contar con una familia tan entrañable como la suya.
Como contaba al inicio de esta historia, mis viajes de niño fueron resultado de mis escamas pero ahora que viajo, lo hago por el trabajo. Así que mi último viaje tenía por objetivo facilitar un taller sobre la campaña internacional que lanzaremos este año contra la violencia escolar.
El taller duró de Martes a Viernes, así que el Lunes fui a conocer la oficina regional y a su personal. Fui también a ultimar los detalles del taller que arrancaba al día siguiente. Fue así que el Martes arrancaron cuatro días intensamente ricos. Si bien no existen organizaciones perfectas y la que trabajo también tiene sus problemas, me fascinó aprender del compromiso, pasión y experiencia de l@s compañer@s que conocí en el taller – que llegaron a él para tomar la posta y diseñar la campaña en los 12 países en los que trabajamos en la región. Entre ell@s, hay vari@s que ya se convirtieron en amig@s querid@s porque no sólo compartimos una visión institucional en común, sino también la cultura y un muy intenso y ágil sentido del humor.
A Panamá le guardo especial cariño porque fue mi primer destino internacional. En ésta oportunidad, fue una bendición re-encontrarme con gente muy querida del pasado y con gente con la que estoy seguro que seguiré creciendo por años. Al sol le agradezco haberme permitido recuperar algo del humor y el color que disfrutaba casi a diario cuando vivía en Perú. Lo cierto es que Natalia, mi esposa, me preguntó si Bocas me había gustado tanto como para volver y yo le respondí que hasta el momento, ahí nos jubilaremos. Aún así, estoy re-considerando esto último y es que me acabo de percatar que siempre que voy a Panamá, Alan García es Presidente del Perú – así que por el bien de mi país no se si conviene que vuelva.
1 comentario:
Hola Cebazzz
Aca leyendo tu blog, buenas fotos! sobre todo la del perro en la playa viendo el horizonte. Ya te caigo en unas semanas. un abrazo, DIN
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