15 jul 2007

Je ne suis pas d´accord


No había pasado ni una semana en que había vuelto de Kenya y nuevamente tenía que hacer maletas. Me habían logrado meter de polizonte en una “reunión de expertos” y yo que no conocía la UNESCO, no me quise negar. Previo a confirmar el itinerario, le escribí apurado a mi prima Cynthia y logré que me meta de polizonte en su casa el fin de semana. Tanto en el trabajo como en el relajo, el plan estaba genial pero había un problema: tenía que regresar a la mitad del viaje, …aunque yo no estaba de acuerdo!

Traté de persuadir a mi jefa para postergar el evento que me traería de vuelta a Woking, pero fue imposible. Así que llegó el miércoles, sonó la alarma a las 4am y la ducha me despertó 15 minutos más tarde. 20 minutos después estaba sentado en el tren, pero para llegar al aeropuerto tenía que tomar el metro y después otro tren. Más tarde tomé el avión y para cuando mi terno ya estaba arrugado, llegué por fin a Paris. Una hora atrás una chica me había pedido permiso para sentarse a mi lado. Dos minutos más tarde me advirtió que se sentía mal y que la disculpe en caso arroje. En ese marco de confianza, no tardé en preguntarle como podría llegar a mi destino lo más rápido posible.

Ya en Paris, bajamos del avión, recogimos las maletas y ofreció ayudarme en la compra de los tickets. Como era de esperar, acepté inmediatamente porque lo único que puedo decir correctamente en Francés es el título de ésta historia. Para ir a darle el encuentro a su hermana, tenía que seguir casi la misma ruta que yo así que fuimos juntos hablando y rajando de Londres. A la mitad del camino se paró el metro, el chofer sonó alterado y ella me contó que había habido un accidente. Mi ruta tenía que cambiar drásticamente y comencé a aceptar que llegaría tarde. Cuando planeábamos el nuevo recorrido, el pata de en frente nos corrigió y después de 3 bromas afloró que era Argentino. Como si se tratara de una posta, fue él quien se encargó de acompañarme en mi segundo y último tramo en el metro. A pesar de saberme tarde, el amable apoyo de ambos no me dejó quejarme.

Para cuando por fin llegué a ese ministerio público internacional que es la UNESCO, la reunión había empezado hacía 30 minutos. Decidí sentarme muy cerca de la puerta, porque no quería que se enteren cuál era el nombre que me esperaba en primera fila. La charla me la pasé tomando notas, haciendo observaciones y tratando de entender cómo funciona este tipo de eventos. En términos sencillos: el grupo de especialistas había sido invitado para elaborar una lista de recomendaciones para prevenir y detener la violencia escolar. Posteriormente, dicha lista sería presentada en conferencia de prensa por Koïchiro Matsuura, el Director General, esperando que los estados miembros modifiquen sus prácticas y políticas públicas.

Antes de dejar Paris esa noche, me quedé un momento en el Cocktail de bienvenida del evento. En el marco de una maravillosa vista a la torre Eiffel, conocí a una muy grata selección de latinos que tal como yo, hicieron lo posible por presentar e internacionalizar sus proyectos. De la misma forma en que “Dios los cría y ellos se juntan”, la naturaleza nos forzó a convertir la reunión de la UNESCO en una de la OEA.

Después de la tercera copa de vino, ya había cobrado el valor suficiente para conversar con el más reconocido investigador del campo en el que trabajo actualmente. Desde el primer instante me di cuenta que no había sido necesario esperar tanto. Aún así, 10 minutos más tarde tuve que despedirme y volar al aeropuerto. 3 horas después ya estaba de vuelta en Londres, pero aún tenía que tomar el tren, luego el metro y más tarde el último tren de la noche. Para cuando llegué a mi cama habían pasado 21 horas desde que la dejé la noche anterior, era la 1am y debía dormir pronto porque la reunión que me había traído de vuelta empezaba en pocas horas.

Dicha reunión tenía por objetivo integrar a mi recientemente formado equipo de trabajo, que está conformado por Nadya (de Tanzanía), Helen (Inglesa), Laila (India), Ida (Noruega) y yo (Perucho). Sin duda, tan exótica mezcla exigía detenernos un momento y delinear nuestro marco de convivencia. Si bien no estaba de acuerdo con tener que volver a Woking, prontamente cambié de opinión. Pues se trató de un día bien manejado, las dinámicas grupales fueron bastante pertinentes y el clima nos relajó y acercó enormemente.

Acabada la reunión, volví a casa y procuré dormir cuanto antes pues al día siguiente me esperaba un día igual de agitado que el anterior. La única gran diferencia es que ésta vez no pasaría el Canal de la Mancha por aire sino por debajo del mar. El mejor ejemplo del por qué prefiero el tren antes que el avión es Eurostar, que en sólo 3 horas conecta el centro de Londres con el centro de Paris. A las 10am estaba nuevamente en la reunión y todo transcurrió según lo esperado, salvo la despedida en que el parlante dejó de provocar las mentes para poner a mover los cuerpos. Para cuando los Escandinavos comenzaban a evaluar la pertinencia de la música Salsa en un evento de este tipo, los Colombianos ya estaban bailando e invitando a todos a hacer lo mismo. De conocerme, no te sorprenderá saber que me la pasé filmando y sonriendo. Después de las fotos, me despedí afectuosamente de varios nuevos amigos y nuevamente partí apurado.

No recuerdo haber sudado tanto en mi fiesta de graduación escolar, como aquella tarde en que corría temeroso de perder el tren que me llevaría a ver a Cynthia. De puro milagro, el tren arrancó apenas había tomado asiento. Después de 150 minutos llegué por fin a Thionvile. 30 pasos después de bajar del tren, me encontré con su abrazo y con Jean-Paul, su suegro.

Si bien queda en Francia, la ciudad más grande y cercana al pueblo en el que vive mi prima es Luxemburgo. Llegar a visitarla a ese rincón del mundo fue casi tan inesperado como para ella mudarse a Marspich. Un año atrás, su esposo era sólo el amigo por correspondencia con quien practicaba Francés. Los prejuicios que pude haber tenido si es que las relaciones virtuales logran materializarse, fueron gratamente eliminados con ver lo mucho que se quieren. Los Weber, tanto Olivier como sus viejos (Jean-Paul & Christiane), conforman una familia sumamente cálida, sana y deseosa por compartir afecto. Me bastó ver como engríen a mi prima para comprobar cuan afortunados fueron todos al encontrarse. Con Cynthia, la historia fue aún más íntima. Ahora que hecho la vista atrás, me arrepiento de no haber pasado más tiempo creciendo junto a ella. Quizá la migración es la frecuencia que actualmente más nos conecta, pero hay otras más en las que compruebo dicha sintonía. Para recuperar el tiempo perdido, sin apuros y a mandíbula suelta, recorrimos su nuevo barrio en bicicleta.

Las escenas que más nos invitaron a retroceder en el tiempo tuvieron lugar en Rodemack. Un fin de semana al año el pueblo se viste como para filmar la recordada “Serie Rosa” y miles de turistas acuden a ver los trajes y bailes, escuchar las gaitas y acordeones, oler el incienso y saborear las carnes del Medioevo. Se trata de la mejor feria multi-sensorial que he visto en ésta vida.

Llegó el lunes y con él la despedida. El mejor trueque del fin de semana tuvo lugar cuando abrazando a Olivier le pedí que cuide a mi prima y él me dijo que vuelva cuando quiera. Ya en el segundo piso del tren, me pegué a la ventana para sacudir mi mano hasta que no más los vi.

Anteriormente, sólo había estado en Paris en el 99´ y confieso que no me gustó. Ocho años más viejo acepto que no pude estar más equivocado. Esa tarde tenía dos opciones: irme a la estación de tren a esperar que llegue la hora de mi partida o llegar a ella sudando nuevamente, después de haber visto algo de la ciudad de las luces. Me incliné por la segunda y como ya había estado frente a la torre Eiffel, decidí irme a Notre-Dame. Salí de la estación de metro, caminé como queriéndome perder por el barrio Latino, llegué a la Catedral y me senté en una banca. Pasé a disfrutar los sánguches que me habían preparado mis primos y comencé a contemplar tanto su arquitectura como la estampida de gringos que la visitan. Pasaron 15 minutos y ya tenía que regresar. Aún así, en el camino a la estación de metro me encontré con otros dos íconos de ésta ciudad: el monumento a Cyrano de Bergerac y la Universidad de la Sorbona.

Llegué a la estación del Norte y después del más rápido control migratorio en mi vida ya estaba en el tren. Traté de dormir y me desperté en Londres. Subí al otro tren y de pura casualidad abrí los ojos en mi destino final. Era la 1am nuevamente, llegué a casa y caí dormido al instante. Sin embargo, después de haber pasado las tres últimas noches disfrutando de la vida en Marspich, dieron las 5am y me despertó el tráfico y la claridad de las cortinas: había vuelto a Woking.

Para ver mis fotos, haz click aquí

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta lindo, sobre todo la parte que dices q te hubiera gustado que hubieramos compartido mas en la infancia. Yo tuve la misma sensacion, pero en fin, cosas de la vida, ya ves como el destino nos dio la oportunidad de reunirnos nuevamente y pasar lindos momentos, ojala se repitan !! Gracias migracion !! jaja

Anónimo dijo...

Salut, cousin!!
Reviens vite nous voir pour savourer un bon barbecue et plein de bonnes choses à boire et à manger que je n'ai pas eu le temps de te faire goûter!
Je m'inquiète beaucoup de la qualité de ton alimentation en Angleterre. J'espère que tu arrives quand même à trouver des aliments comestibles!
Le bonjour à Natalia!
A bientôt.

Paz Educa dijo...

Muy buena descricpion. ¿publicaste esas fotos?

Un gusto haberlo conocido.

Jorge Varela
Chile
OEA Meeting Unesco.