
Tanto para mí como para varios de los que leerán éstas líneas, la piscina tiene dos significados: nadar o entrenar. Ahora que sólo nado, cada vez que veo entrenar a los “Woking Dolphins” surgen en mí las siguientes emociones – todas ellas vinculadas a las etapas que componen una competencia.
Para la preparación, aquí el contexto. Mi educación escolar fue “Inmaculada” y por lo tanto, me la pasé rodeado de hombres. En mi barrio, las únicas chicas con las que socializaba eran mi hermana y mi vecina – a la que llamaba prima. Fue por ello que siempre me gustó entrenar. No sólo porque me daba la certeza de socializar con el otro género, sino porque me aseguraba verlas en ropa de baño – entre cinco y nueve veces por semana.
Para la partida, el idilio. La primera gran torpeza en el amor (cuando a los doce le pregunté a mi primera pareja: “¿quieres chapar?”), las primeras fiestas en casa de Vanesa (en las que para saludar a mis amigas tenía que darles un beso en la mejilla) y las alucinantes historias que surgían cada vez que me hospedaba en casa de otros nadadores (tanto dentro como fuera de Perú), son tres de las más rotundas alegrías que viví gracias a entrenar. Las mismas que compensaban las bromas de mis amigos del colegio ante la tanga roja que ponía a secar al costado de mi carpeta, después de haber entrenado en la madrugada. Subsanaban incluso sus bromas pesadas cuando me sabían con los brazos y las piernas depiladas. Sin embargo, aún más importante que esas 3 razones, entrenar fue especial porque por 5 años mi hermana y yo entrenamos y viajamos juntos para competir por nuestros clubes. Dicho compartir fue tan especial que años más tarde, al poco de haberme casado, me recogía de mi depa para ir a nadar juntos dos mañanas por semana. Para evocar la felicidad de aquellos días, sólo me basta oler el cloro que expele mi brazo después de habérsela pasado remando en una piscina.
Para la vuelta, los entrenadores. Tanto los primeros como los últimos millones de kilómetros que recorrí a nado entre los 8 y 18 años, los hice al ritmo del altavoz y el silbido de dos personas con precaria salud mental. Gracias a Dios, no fueron mis únicos entrenadores. Fue una verdadera bendición encontrarme en la vida con el puro de Reynaldo Palma, pues no hay mejor maestro que aquel que enseña a buscar el balance entre el sentido y el gusto a la vida. Por su parte, Lucho (el negro) Sánchez-Silva se encargó de atestiguar en contra de la creencia que uno sólo aprende del ejemplo – pues es verdad el secreto a voces que “el negro no sabe nadar”. Sin embargo, fue gracias a él que viví y disfruté mi época dorada en la natación. Luego, a los 16 años pasé a entrenar al Club Chacarilla y en él, me re-encontré con queridos amigos de mis dos primeros clubes: el “Santa Catalina” y el “San Isidro”. Fue en el club de nombre agnóstico en que presenciaría la más surrealista definición del concepto “pensamiento grupal”.
En términos sencillos, “pensamiento grupal” es un concepto psico-social que describe como grupos con alta cohesión toman decisiones erróneas, debido a presiones externas y falta de perspectiva. Creo que en ese entonces, tanto los nadadores como nuestros viejos pensábamos que teníamos la “mejor entrenadora del país”. Esta percepción era alimentada por la constante racionalización colectiva de sus drásticos métodos, principalmente basados en bullying, y por el hecho que contaba con el mayor número de nadadores en la selección nacional. Ambos aspectos generaban en nosotros una sensación de invulnerabilidad y una muy estereotipada visión de los otros equipos. Todo esto llegaba a provocar verdaderos papelones cuando varias madres de familia coreaban el nombre de nuestra entrenadora en los campeonatos. Aún más patético, era ver cómo las jefas de esas barras defendían y justificaban las “opiniones del grupo” y atacaban a los “disidentes” – creando una penosa ilusión de unanimidad. Pero los que entrenábamos con ella en aquel entonces, hoy ya somos viejos y deberíamos procurar entender el porque del rechazo visceral que nos genera cualquier silbido similar al suyo. A varios nos creó problemas con la autoridad, muchos jamás volvieron a nadar y otros hicieron lo posible por perderse de vista. Estas tres consecuencias me invitan a cuestionar si nos llegó a entrenar para algo o si sólo tenía la angurrienta necesidad de sentirse especial en un grupo que cayó temporalmente en sus embrujos.
Para el remate, la (verdadera) crítica. Mucha gente piensa que “el deporte, te mantiene alejado de los vicios”. Sin embargo, el mejor nadador que conocí fue también el más dañado por las drogas. Además, los vicios no se restringen al consumo de alucinógenos sino que deberían ser entendidos también en un marco mucho más amplio. Deberíamos, por ejemplo, recordar el vicioso hambre de poder del tío “Soprano” y su hija mayor, la “Paris Hilton” Peruana. Yendo aún más allá, deberíamos dejar de pensar que el deporte es garantía permanente de buena salud – los mejores ejemplos son las muy tristes y tempranas partidas de gente entrañable como Gabriel, Tato y mi adorada Carmiña.
Para la premiación, la evaluación. En la vida, cada uno nada tan rápido como puede pero no debería tardar en parar y considerar su dirección y su estilo. Es así que sería bueno preguntarnos ¿qué hace tan especial a los amigos que conocimos en ropa de baño?, ¿para qué nos preparó el deporte?, ¿por qué no supimos combinar la natación con otras actividades, como teatro, música u otros idiomas? y sin embargo, ¿por qué nos gustaría que nuestros hijos batan nuestros récords?. Sobre esto último, creo que las vidas de los que vendrán deberían trascender las limitadas opciones que tuvimos nosotros: todo o ¡NADA!
7 comentarios:
Espectacular! Super identificada como una mas del grupo que siguio al silbido :) pero sabes que? gracias por traer los recuerdos de esos buenos y malos tiempos que compartimos metidos en una piscina. Al final de todo fue una etapa inolvidable y es cierto que el cloro siempre traera nuevamente todo lo vivido! besos a todos los NADAdores, Claudia
Que tal Zamba!
Que bueno tu relato, realmente cuentas cosas que para tus patas del cole eran completamente desconocidas, muy bueno.
Pero lo mejor, la foto!... carajo como pasa el tiempo hermano.
Saludos,
Fernando.
MOSTRO!! Realmente tuve la suerte de vivir sólo los recuerdos lindos que me trae la piscina... y en esos estas tu como un brillante deportista y muchos amigos!!
Además de probar lo que fueron los silbidos sin corazón, para rápido darme cuenta que ese no era mi camino... Pero igual creo que esa fue una etapa increible!! Te felicito por tu relato!! cariños.NC
Llegue de casualidad a este página..
Muchos años han pasado de esa temporada en el Chacarilla, recuerdo los nombres, apellidos y rostros de las personas con quien nadé de madrugada, noche o competencias y de la entrenadora solo recuerdo su apellido, podría almorzar al costado de ella en un restaurante y no la reconocería.
El silbido...... si que genero problemas de autoridad hasta ahora, y el olor a cloro te sigue siempre.
Buen epilogo el de Gabriel y Tato
Excelente relato Cesar! Te felicito! Aunque para serte sincera se me hace dificil asociar a este ameno escritor con uno de los ganadores de la posta 4x50 de infantil A del Santa Catalina... la foto con tu mami me lleno de ternura... Caraj estoy hecha una tia cursi... Me merezco un 200 mariposa en agua helada y un pullbuoyaso o tablazo en la cabeza (al estilo 80s).
Cari~os
Carmela
Los silbidos, creo que es el tema que todos conocemos o mas que un tema un sentiemiento. Recuerdo muy bien los silbidos,"esos" silbidos, y tambien los gritos en los entrenamientos cuando se intento hacer una pre-seleccion. No niego que mejore un monton luego de mi paso por la pre-seleccion, pero nadar no lo era todo, por lo menos yo queria divertirme en la piscina. Creo que al final toda esta natacion forzada hizo que de un dia para otro la natacion me dejara de gustar, le perdi el gusto. Una verdadera pena.
Ahora a mis 34 anhos he regresado a nadar, he vuelto a encontrale placer a los dolores en los musculos cuando se entrena bien, a la mejora de tus tiempo y ver como, despues de los anhos el saber nadar no se olvida.
Leer todas estas lineas me he hecho recordar los gritos desde las tribunas "Vaos Juan Luis!" (notece que no dije "vamos")Vaos Cezar, Vaos Nina..... Esos gritos que entre los nervios nos hacian sentir mejor.
Hoy cuando compito extranho esos gritos, sera que por aqui el asunto es diferente?
Pero bueno, positivos y/o negativos los hechos estan ahi y creo, y espero que mas que malos silbidos y malos tratos nuestros anhos de NADAdores esten muy bien guardados dentro de todos nosotros.
Me uno una y otra vez en el recuerdo de aquellos que vivieron todas esas cosas con nosotros y que hoy no estan aqui para recordar sino para ser recordados.
Salud! Gabriel
Salud! Tato
Un abrazo
Juan Luis
Tienes una gran narrativa. Me gusta tu estilo. Limpio y ordenado. Interesante cronica, especialmente para los que se identifican. Me identifico, si. No describes mucho. No es necesario; pero, ten por seguro que tu publico objetivo te entiende de cabo a rabo. Hay que escribir para alumbrar y no para deslumbrar. Por eso, ha venido a mi memoria instantes de mi vida acuatica que mi subconsciente los tenia dormidos. Me he quedado pensando. El silbido una vez me dijo cuando tenia 10 anos, que mis planchas eran para embarazadas. Ahora he pasado ya por dos embarazos, y te digo, que "esas planchas" nunca las he podido hacer.
Creeras si te digo que trabajaste en una agencia de relaciones publicas poco antes de que yo entrara tambien ahi?
Leere el resto de articulos y cronicas colgadas en tu blog.
Saludos!
Lorena
Pd. El olor a cloro me estremece. Altera mi animo. Afortunadamente, de forma positiva ;-)
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